sábado, septiembre 09, 2006

EN HONOR A LA VERGUENZA

Era septiembre ocho y una tarde acalorada azuzaba a un pequeño grupo de manifestantes socialistas en la esquina que une las calles 11 de septiembre con Ricardo Lyon. Es cierto que septiembre es el mes de las protestas en "Chilito" lindo pero el ocho no es precisamente el día más característico, no hay nada que rememorar.
Lo que no estaba en mi conciencia, que de consciente tiene poco, era el objetivo de dicho reclamo y la gran paradoja que representa. Reclamaban el cambio de nombre de la calle "Once de septiembre". ¿Por qué? y aquí está la brutal evidencia que permaneció durante décadas en nuestra inconsciencia y que nunca fuimos capaces de descubrir.
No hay nada bueno que recordar del once de septiembre, no hay hechos honorables que queramos inmortalizar en la urbe. Lo que pasó el once de septiembre de 1973 ha sido el ataque más feroz a la ciudadanía en nuestro país, símbolo de muerte, de violación, de autoritarismo y de sangre injustamente derramada.
Pregúntome entonces, habrá en Alemania una calle llamada Auschwitz o en Japón una con la fecha en que la bomba convirtió en manchas de aceite a centenares de ciudadanos(6 de agosto de 1945)?,de seguro que si.
Pero es ahí, justo ahí, donde yo hago la diferencia e identifico el error. No es la fecha ni el hecho lo que debemos llevar en la mente siempre, no es Pinochet ni Hitler ni Mussolini el apellido que debe ir en los letreros de cada esquina, lo que debemos recordar y valorar es a los inocentes que han muerto injustamente y a los que aún viven sufriendo por todo lo que pasó, a los que lucharon por que no pasara y a los que nos devolvieron la paz. Pero para eso no es necesaria una calle, es necesario un pincelazo de conciencia y listo.
Pido entonces a los señores urbanistas de nuestra metrópolis, porque de las demás sinceramente no me preocuparé hoy, que revisen dónde está el honor, dónde está lo que queremos honrar, si está en los hechos, en las víctimas o en los victimarios. Porque por obviar esta reflexión es que estamos enalteciendo lo que descansa en lo más bajo y sucio de nuestra historia, nuestra vergüenza.
Espero no ver nunca en mi país el nombre del general en una esquina, aunque debo confesar que estoy seguro de que muy pronto lo veré. Y así será, que vergüenza señores, que vergüenza...




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