jueves, abril 06, 2006

EL sudor de los que no sudan...


Está bien, existen diferencias en el mundo y eso es un hecho. Pero, ¿Es necesario que se demuestre tan abiertamente?
Esta historia le debe haber pasado a muchos en la ciudad. Caminando por la calle en un día de sol, Portugal entre Alameda y Marcoleta eran las calles. Un poco agobiado por los grados (de temperatura) que me sofocaban un poco me dirijo hacia mi casa con nada en la mente y Flor Motuda en mis oídos.
De pronto y de la nada llegó el invierno, un poco nimio pero llegó y un batallón de gotas de agua comenzó a caer sobre mi cabeza.
Impresionado miro hacia arriba para constatar tan inesperada llegada considerando que es marzo pero, patrañas, no ha llegado nadie, es sólo el efecto condensador de un descarado cajón de esos de aire acondicionado que mantiene a los administrativos de la PUC frescos y sin una gota de sudor.
Inmediatamente el espíritu revolucionario que llevo dentro emerge desde las profundidades al igual que un mar de insultos hacia dicha institución, pero más que a ellos, toda la ciudad. Porque en la mayoría de Santiago City existen estos cajones del demonio que no cesan de sudar y sudar sobre los transeúntes de nuestra capital.
Mi pregunta es la siguiente: ¿Es justo que los hombres que deben dejar los pies en la calle trabajando y correr de un lado al otro sudando como bestias, tengan que además estar recibiendo sin opción el sudor de aquellos que no sienten calor alguno?
Y esto no es todo, este mismo conflicto lo podemos apreciar en todo orden de cosas, desde lo mas pequeño a lo más macro, desde que un hombre tenga que, muerto de hambre, comerse la basura de los que ya saciaron sus barrigas, hasta que nuestro gran hermano del norte se aproveche de un continente entero y saquee, de la manera más legal, sus recursos para después estafarlos a través del conducto más correcto, vendiéndoles lo mismo cuatro veces más caro
A mi juicio todos deberíamos sudar de la misma forma, pero el mundo no tiene mucho juicio que digamos. Lo que más me estremece es darme cuenta que estas injusticias espantosas no cesan y que nosotros, como un mar de borregos con voto pero sin voz, seguimos dejando caer el sudor de los que no sudan en nuestros hombros.
No me canso de rezongar…
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