viernes, abril 29, 2005

Un trovador del mundo moderno:Un oasis en medio de los leones
Miguel Corvalán toca todos los días sin excepción en el metro "Los Leones" con el único objetivo de alivianar la carga de un día duro a la avalancha de gente que arrasa con la estación cada cinco minutos.
Eran más de las tres de la tarde y yo, a cuatro estaciones de mi entrevistado no encontraba la excusa para justificar mi "pelotudo" retraso y sólo podía decir "Miguel perdón, es que estuve reporteando toda la mañana y recién me desocupé". No importa, de seguro él ya no estaría ahí.
Las tres con treinta y Pedro de Valdivia me restregaba en la cara que era el ser más irresponsable en esta tierra y que por imbécil me quedaría sin entrevistado. Ya sólo faltaba que se abrieran las puertas de la jaula que nos tenía presos en ese metro... Espera un poco más Miguel. De pronto suena el famoso "pitito" y se abre la puerta.
Inmediatamente se produce una de las estampidas más grandes que he presenciado. Al fin conseguí llegar a la escalera de la estación y todas las revoluciones bajaron en un cien por ciento.
Era su guitarra, estaba seguro. Miguel Corvalán estaba en la misma silla en la que lo encontré ayer cuando le pedí una entrevista, con el mismo bolso café que casi se cae a pedazos, con la mirada perdida, con la misma voz nasal y apasionada que lo hacia cantar y cantar por horas.
Me senté en la orilla de esos asientos rojos y duros que hay a la salida del metro a esperar que terminara su turno. El canta ahí todos los días sin un horario fijo, sin un sueldo fijo, lo único fijo es el piso. Apenas pude cruzar una mirada lo saludé con un gesto amable para que supiera que había llegado y que estaba muy avergonzado por la tardanza, sólo movió la cabeza de arriba abajo y un unicornio azul se le perdió, opté por entender que mi mensaje fue recibido.
Una vez terminada la canción me acerco rápidamente a Miguél para preguntarle cuándo podemos conversar, me saluda muy simpático y me dice que lo espere un momento porque "Llegaste tarde así que me "vai" a tener que esperar. Como a las cuatro puedo, espéreme compadre pa´ que hagamos algo bonito". Tenía que hacerlo, no me quedaba otra opción así que me senté a escuchar cómo cantaba, parece que le gusta Silvio, son sólo canciones del cubano hasta el momento.
Es increíble como una voz potente y muy afinada no atrae la atención de la gente que pasa por ese lugar. Todos apurados, con suerte lo miran, algunos le ponen monedas en la cubeta de helados que tiene en un banquillo frente a él, pero son muy pocos. Miguel sigue cantando con la misma fuerza, que a veces parece desaparecer pero, un suspiro y ya, vuelve ese vozarrón que lo caracteriza y sigue con su canción.
Cuatro treinta, Miguel se para de su asiento. Inmediatamente me levanto para capturarlo antes de que se ponga a cantar nuevamente, le gusta parece. Antes de que diga nada, Miguel se despide de sus amigos y un rotundo "vamos más pa' allá" me dice que la entrevista va a comenzar.
Nos alejamos un poco, estaba lleno de "cafés" pero ninguno de los dos quería gastar plata en eso, a ambos nos parecía ridículo pagar "luca" por una "TACITA" de café así que nuestra compañía fue sólo un cigarrillo y una bebida que yo traía desde las tres de la tarde. Nos sentamos y comenzó la entrevista.
¿Cuánto tiempo llevas tocando en los leones?
-Hace como doce años mas menos.
¿Y por qué elegiste este lugar?
- Es el único espacio en que el gobierno nos autorizó para que tocáramos tranquilos por que antiguamente tocábamos en El Salvador, en la Escuela Militar, pero siempre nos llevaban presos. Entonces nos empezamos a reunir y a juntar firmas. Llamamos a la prensa, a la tele y ahí quedó una tanga más menos buena. Ahí se pusieron las pilas con nosotros y nos dieron un espacio para tocar tranquilos. El orgullo no puede ocultarse en su sonrisa al contar que la lucha la ganaron estos trovadores modernos.
¿Ustedes son un grupo, están asociados o cualquiera puede venir a tocar acá?
Somos un grupo de personas, generalmente están aquí los que luchan por este espacio. Un derecho ganado, un espacio de lucha contra la de represión, la dictadura. Un espacio que tuvimos que pelear aunque no teníamos nada que ver en el cuento, nosotros somos músicos, nada más.
Su cara inmediatamente comenzó a perder la alegría con la que empezamos a conversar, la pena lo estaba inundando poco a poco.
¿Pero se conocían de antes o se conocieron acá?
-Nos conocimos estudiando. Sí, yo estudiaba música.
¿Y terminaste la carrera o te saliste?
-No terminé porque me dediqué a cantar al tiro no más. Me gustaba, y me gusta más, la práctica que la teoría.
¿Antes de esta oportunidad nadie los ayudó a salir adelante?
-Nadie, con la ley antigua estuve unas treinta veces preso más o menos pagando partes multas de 14 o 18 "lucas". Cada vez era peor, había rabia en sus ojos y claro, una época dolorosa siempre deja cicatrices. Era normal entonces la rabia y la pena que sentía.
¿Y cuál era el argumento para encarcelarlos?
- El argumento más que nada es por una cuestión que marcó mucho la dictadura, "el arte es comunista". Además nosotros que cantábamos canciones con contenido social. Por eso nos llevaban presos, aquí nosotros nos agarrábamos a combos con los "pacos" civiles, con los del metro. Después nos llevaban presos por espectáculo público y nadie les reprochaba a ellos su espectáculo de violencia. Nosotros no tenemos la culpa de haber nacido con la vena musical, además, los músicos también comemos, también pagamos impuestos, luz, agua, gas pero no nos dejan trabajar en las calles, ni en los metros, no nos dejan trabajar en realidad.
¿Nunca pensaste en dejar este oficio y dedicarte a algo más estable?
-No, jamás, yo nací con la vena musical y no puedo respirar si no estoy cantando siempre, además que aquí no nos va tan mal. En la vida uno tiene que luchar por lo que lo hace feliz, vinimos a este mundo a ser felices y si no cumplimos con eso, nuestra vida no tiene sentido, estaríamos como muertos en vida.
¿Cómo son las ganancias acá en el metro?
-Si, nos va bien, podemos vivir tranquilos.
¿Solo la gente les deja ganancias o reciben dinero de la municipalidad o del metro?
Sí, solo de la gente que pasa, del transeúnte, de la moneda. Igual yo tengo mi disco y estoy grabando otro más. Aparte tocamos en todo Chile, estuvimos en La Serena, y ahora vamos a Coquimbo a tocar.
¿Cómo les va?
Bien, no nos podemos quejar, pero lo malo es que salen puras monedas jajaja, podrían salir algunos "billetitos" pero na' po'. Su risa me dice que al parecer ya se olvidó de los malos momentos que recordamos hace un momento.
Dijiste que tu no podías vivir sin la música, ¿Cuál es según tú el aporte que hace la música callejera a la gente?
Lo primero es que es gratis, hay música para todos los gustos, tú lo viste. El aporte es grande porque la gente se relaja, se sensibiliza. Esto es una especie de oasis, como que le pones un para la maquina y llenas de buena onda. Paran, se sientan a escucharnos, la gente que es más abierta de mente po’, porque hay gente que es media difícil. Estamos luchando para esto siga cambiando y ojalá en todas las estaciones de metro pueda haber gente que cante, músicos , gente que muestre su arte porque es importante. Un pueblo sin arte es un pueblo muerto, sin cultura, no vale nada. Y aquí hay buena gente, hay que han cantado con los Jaivas, con los Illapu, el mismo Carlos Cabezas.
¿ Qué es lo que menos te gusta de el trabajo en la calle?
-De repente la indiferencia de la gente que le hace un poco de vista gorda a lo que es la música. Pero es parte de la idiosincrasia del chileno. Este es un pueblo que estuvo mucho tiempo reprimido, mucho tiempo privado de las expresiones de arte, de las expresiones en general. Por eso es que la gente acá en Chile no sabe apreciarnos. En Europa es distinto, te pescan mucho más.
¿Has estado en Europa alguna vez?
-Si, hemos estado en Alemania, en Francia, y ahora en el verano nos volvemos a ir a Europa a una gira con mi grupo.
¿Ahh, cómo se llama tu grupo, te lo pregunté al principio y no me lo respondiste?
-Nosotros nos hacemos llamar los Trovadores Nómades.
¿Qué te dice tu familia al respecto?
Mi familia está feliz, porque me ven feliz a mí, mis padres siempre me dejaron hacer lo que me gustara. Y ahora, a mis treinta y ocho años, mi esposa e hijos también me dejan ser un hombre feliz.
Espero que lo sigas siendo Miguel y muchas gracias por la entrevista. Inmediatamente nos despedimos, él se fue al círculo donde le correspondía nuevamente tocar. Yo me fui corriendo nuevamente al metro porque tenía que volver a reportear. Fue un buen lapsus, un momento de relajo y conversación en medio de la avalancha de gente que cada cinco minutos arrasa con la estación. Un oasis justo en medio de los leones.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

En la vida, cuando uno lucha con la razón y el corazón, seguro que consigue lo que quiere, como este trovador callejero, que debe luchar día a día, con la indiferencia de quienes estamos "tan ocupados", que no tenemos tiempo para "vulgaridades".
Pero seguramente, este trovador, al terminar su jornada, sentirá el cansancio de la alegría, de haber dado sentido a su vida, sin importar el tiempo, ni el consumismo, que no nos permite vivir.
De estas personas tan simples, pero de una profundidad de vida tremenda se aprende y bueno sería que en todos los lugares públicos existieran músicos como él, que hicieran de nuestro cotidiano vivir, algo más humano.

4:17 a. m.  

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